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Qué tiempos aquéllos, señor Don Simón

En Pemex, ¿ya se acabaron las épocas felices?

MARIO HERNÁNDEZ SAMANIEGO*

Antiguamente las cosas eran menos complicadas. Tenía un tío que no perdía ocasión para recetarme una frase que no he podido olvidar. Me decía, “cuando amarraban a los perros con longaniza y no se la comían, eran épocas felices,” porque no había tanta complicación. Los cañones, me decía, se fabricaban agarrando un agujero y forrándolo de fierro, y fabricar un pozo petrolero era cuestión de agarrar un agujero de tierra y forrarlo por dentro con un tubo de fierro por el que salía el petróleo. Hasta ahí, mi tío.

Ahora todo es más difícil. Hay que agarrar un agujero de mar de dos kilómetros de largo y empatarlo con otro de siete kilómetros de tierra el cual se forra con tubo de acero por el que sale el petróleo. Pero, y aquí está lo complicado: para todo esto se necesitan carretadas de lana, conocimientos esotéricos que guardan en secreto nuestros vecinos, quienes previo humillante ruego están dispuestos a aplicar sus conocimientos y sus ahorritos en beneficio nuestro, por el módico precio de la mitad de lo que se produzca y/o una buena porción de nuestras reservas, dado que cada pozo cuesta de 150 mil a 300 mil dólares diarios fabricar.

Pero todavía hay viejos petroleros mexicanos metiches que insisten en regresar a fabricar pozos que cuestan 70 mil dólares diarios y no requieren manuales esotéricos ni socios, y que se fabrican con mano de obra y equipos hechos en México. Y todavía más, esos mismos viejos petroleros hacían y siguen haciendo fuchi a yacimientos como Chicontepec por tener pozos que arrancaban produciendo 400 barriles por día y en cosa de meses bajaban a 20. Para los actuales jefes petroleros uno de esos yacimientos es Chicontepec que se ha convertido en la joya de la corona y se proponen fabricarle 20 mil pozos invirtiendo 500 mil millones de pesos. De veras que cómo cambian los tiempos.

Hace algunas décadas, se quemaba el gas que salía con el petróleo, porque no había que hacer con él. Pero no mucho tiempo después otros, ahora viejos, petroleros construyeron plantas para con ese gas producir materias primas para elaborar plásticos, elastómeros, fibras, fertilizantes y varios cientos de otros derivados de ellos que muchos inversionistas privados se lanzaron a producir. México se convirtió en uno de los principales productores de petroquímicos y derivados. Y ahora, ¡oh tristeza!, las plantas de Pemex Petroquímica operan a la mitad de su capacidad a pesar de que los mexicanos seguimos consumiendo con singular desesperación esos productos, sólo que ahora importados o fabricados con materias primas importadas. ¿Por qué? Por que ya no alcanza el gas y al poco que queda lo quemamos para generar energía eléctrica porque no les gusta a los dueños de las plantas generadoras y a la misma Comisión Federal de Electricidad (CFE) quemar combustóleo, fúchila. Más inteligentes que nosotros, nuestros vecinos del norte no son tan quisquillosos.

También hay viejos refineros que terquean en que las refinerías hay que trabajarlas al 95 % de capacidad en lugar del 75 % y que con hacer esto nos ahorraríamos una refinería nueva. Seguimos teniendo gas, gasolina y petroquímica, pero buena parte ya no son “made in home” ni son baratos. ¿Y saben qué? Que exportamos el petróleo con que se pueden hacer productos “made in home” y baratos.

Hace 25 años se fabricaban barcos petroleros en México, con mano de obra y equipos y materiales hechos en casa, para repartir combustibles en ambos litorales. Ahora se emplean barcos extranjeros arrendados en dólares con tripulaciones y mantenimiento extranjero. ¿Y los astilleros mexicanos? Bien chatarra, gracias.
Quienes saben de historia aseguran que las civilizaciones y las empresas nacen, crecen, menguan y se extinguen. ¿Será posible que hacia allá se dirija nuestra industria petrolera? Tenemos un caso paralelo que reporta la revista Fortune. British Petroleum, uno de los titanes del petróleo mundial, con fugas desastrosas en ductos corroídos en Alaska que acabaron con la reputación de ecologista de su director general; 15 muertos y 170 heridos en la explosión de su refinería de 70 años en Texas City; audiencias en Washington en que se atacó a BP por su historial de medio ambiente, elevados precios de gas, manipulación de precios de gas propano, etc. Se parece a nuestra propia industria petrolera, ¿no es cierto?

Pues no. BP ha vertido miles de millones de dólares en Alaska y otros sitios en Estados Unidos para mejorar la seguridad; el director general asegura que se han redoblado los esfuerzos de seguridad del personal, de procesos y el ambiental; se han reclutado más ingenieros en estas áreas; se reconstruye la refinería de Texas City; y lo más interesante: se nombra un nuevo director de BP América quien para empezar, ha empezado por sacudir la burocracia. Cualquiera diría que BP no acepta que está destinado a nacer, crecer, menguar, y desaparecer. ¿Y Pemex?

Raul Muñoz Leos escribe en su libro “Pemex en la Encrucijada. Recuento de una Gestión”, que con motivo de la primera visita del Presidente Fox a Pemex le señaló sus planes y le dijo “necesitamos recursos, pero también el esfuerzo coordinado de diversas instancias del gobierno federal para que los planes de negocios se puedan llevar a cabo. Señor Presidente, haga de Pemex la prioridad de su gestión”. Respuesta: “Todo esto que me dices es muy interesante, Raúl. Pero mi gobierno tiene definidas muchas otras prioridades.” Añade Muñoz Leos, “la respuesta fue descorazonadora, un auténtico balde de agua fría, un sentimiento de desazón en mí. Y el tiempo se encargaría de hacerlo crecer.”

¿Dará la misma respuesta el nuevo presidente al nuevo director de Pemex para que en efecto, se cumpla la profecía?

* Fue subgerente de petroquímica y gerente de refinación de Petróleos Mexicanos (Pemex). Laboró en la empresa durante 30 años. Es miembro del Grupo de Ingenieros Constitución del 17.