Regresar a la lista artículos | Inicio Pemex y sus encrucijadas Los señalamientos de Muñoz Leos son parte de la problemática energética del país, ya que la salud de Pemex repercute en objetivos como el abasto de combustibles y su aporte fiscal. SERGIO BENITO OSORIO* Recientemente, Raúl Muñoz Leos dio a conocer el recuento de su gestión al frente Petróleos Mexicanos a través del libro Pemex en la encrucijada. Recuento de una gestión . La lectura de este libro –que por cierto fluye de manera muy rápida– conduce, en un primer impulso, a concluir que se trata de una crítica al presidente de la República por su “falta de liderazgo”, decisiones equivocadas e incapacidad para lograr que su gabinete actúe unificadamente en asuntos claves para su gobierno, y que esa crítica surge de la motivación de revancha de un ex-funcionario frustrado por la falta de apoyo y solidaridad de quien lo llevó a dirigir una empresa pública, y a abandonar una exitosa carrera en la iniciativa privada. Ciertamente, el libro no contiene el examen profundo de la “encrucijada” de Pemex, ni tampoco de la coyuntura petrolera que le tocó en suerte lidiar al Ing. Muñoz Leos. Incluso, su apresurada aparición (a solo dos meses de que concluya la presidencia de Vicente Fox) podría fortalecer la certeza anecdótica de que se trata de ganar oportunidad en el alud de juicios negativos que se llevará el “gobierno del cambio”. El libro no profundiza, por ejemplo, sobre la complejidad de los procesos de inversión que el propio autor identifica como aspecto central en la recuperación de las reservas de hidrocarburos o sobre los factores pertinentes para la reforma corporativa de la paraestatal, entre otros temas que eran parte relevantes de su agenda. Sin embargo, el libro deja en claro que el destino de la principal empresa del país está sometido a la voluntad, capricho o decisión política (en el mejor de los casos) personalísima del presidente de la República en turno; lo que alude a un gravísimo defecto en el diseño institucional del Estado mexicano, pues la situación de esa empresa influye no sólo el presente sino primordialmente el futuro del país y su desempeño no debería depender del arbitrio de una sola persona. Esto que pareciera una verdad de perogrullo, que repetimos a diario, adquiere una dimensión diferente, hasta testimonial, en algunas de las descripciones que hace Muñoz Leos en su calidad de director de Pemex. Por ejemplo, señala los obstáculos puestos por la Secretaría de Hacienda para impedir que buena parte del incremento presupuestal a Pemex pudiera ser utilizado al imponerle la obligación de mantener un elevado superávit primario , operación que fue (y sigue siendo) asumida como una forma para mejorar la eficiencia financiera de la empresa. Sostiene que el retorno del dinero involucrado en el escándalo del Pemexgate fue considerado en la negociación contractual con el sindicato petrolero en 2002 , al mismo tiempo que ese asunto era objeto de procedimiento judicial y que fue frustrado por la intervención de Diego Fernández de Cevallos en defensa de los dirigentes petroleros involucrados en el desfalco a la paraestatal. Negociación que, además, incluía el voto de los senadores priístas para aprobar la reforma eléctrica, señalada como fundamental por el presidente Fox, aunque en opinión del entonces Secretario de Gobernación “…no hay reforma que valga el que se tenga que cubrir una impunidad” . No obstante, como se recordará, el gobierno llegó a un acuerdo con el sindicato que incluyó cuantiosos recursos adicionales y se debe agregar que, el pasado 2 de noviembre, las autoridades judiciales dieron carpetazo al caso de Rogelio Montemayor sin que éste pisara la cárcel, ni se devolviera el dinero robado. De esa negociación Muñoz Leos lamenta que “…en el camino se hubieran quedado las reformas estructurales indispensables para el país, aunque también la lucha contra la corrupción del pasado y algunos de sus personajes emblemáticos” . Es habitual suponer que los problemas del país tienen que ver con razones (o sinrazones) de naturaleza técnica ó de diseño de políticas públicas, olvidando que las motivaciones del poder político están vinculadas con demasiada frecuencia a intereses de lucro personal, aún más en el caso de una empresa cuyas actividades generan un flujo de miles de millones de dólares. Para mayor contundencia de lo anterior sólo habría que recordar que, en las últimas dos décadas, al menos dos de directores generales de Pemex han estado relacionados públicamente asuntos de corrupción. Sería equivocado pensar que los señalamientos de Muñoz Leos no son parte de la problemática energética del país, puesto que la salud de la empresa repercute de manera inmediata en el cumplimiento de su objetivo esencial: el abasto de combustibles y su aporte fiscal. Por tanto, la crónica, ineludiblemente parcial de Muñoz Leos, quizás pueda ser recogida en el futuro para nutrir el juicio sobre el gobierno de Vicente Fox; pero creo que su utilidad inmediata debiera mover a evitar que la empresa siga siendo administrada de manera obscura y poco profesional, donde tiene lugar desde el trasiego vulgar de dinero publico y de intereses mafiosos hasta hacerle cursar por negociaciones que nada tienen que ver con su función natural, por más que alguien pudiera interpretar esos eventos con el ejercicio necesario del poder político de la Presidencia de la República. Más allá de las motivaciones de Muñoz Leos, es poco frecuente en México que un funcionario público de primer nivel, al retirarse del cargo, publique sus diferencias con el Presidente de la República y lo exhiba como un hombre débil y sin liderazgo. Pero quizás este libro también señale un fenómeno de mayor profundidad: el inicio de un periodo de debilidad de la institución presidencial, que contrasta con el presidencialismo fuerte que todos conocimos y que duró más de setenta años. Una debilidad que proviene de la crisis del sistema político-electoral, del desgaste de la imagen presidencial precipitada por el foxismo, pero también por el fortalecimiento de poderes fácticos, como las dirigencias sindicales, que viene a llenar el vacío de poder dejado por lo que Muñoz Leos denomina “falta de liderazgo”. En estas circunstancias es indispensable que Pemex se transforme en una empresa de Estado y no del gobierno, sujeta a una supervisión moderna, transparente y confiable de la sociedad, con una dirección profesional designada con la participación del Congreso y, por lo tanto, separada razonablemente de la acción unilateral del presidente en turno y comprometida sólo con la obtención de la máxima renta posible de los hidrocarburos y por su apoyo al desarrollo nacional. *Es
licenciado en Economía. Ha sido diputado federal por el PRD y presidente
de la Comisión de Energéticos, así como consejero de México
para Asuntos Agropecuarios en Europa y representante para las Negociaciones
de México en el GATT. (sosorir@hotmail.com).
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