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Nuclear y carbón: dos opciones de diversificación para México

La diversificación de fuentes es esencial para garantizar la seguridad energética en México y en el mundo. Entre las opciones que México no debe dejar de considerar están le energía atómica y el carbón.

CINTIA ANGULO DE LESEIGNEUR*

México requiere fuentes de energía sustentables, económicas y competitivas. La independencia energética es indispensable para lograrlo, y esto no siempre implica extraer recursos del subsuelo, sino tener seguridad en el suministro. La independencia y la seguridad energéticas tienen que ver con la soberanía nacional, término vinculada a esa autonomía respecto de las fuentes de energía.

En México, hoy en día no somos autosuficientes ni energéticamente fuertes. Hemos perdido terreno en los últimos años. Sin embargo, la autosuficiencia debe ser pensada en términos de interés general y no en términos nacionalistas doctrinarios de ayatolas. Si producir algo en el país resulta más caro que importarlo, pues esto va en detrimento de otros sectores de la economía. El bienestar neto de la población disminuye si vamos en contra de las leyes del mercado y de la apertura internacional, que brinda acceso a servicios y productos y competitividad de precios.

Se ha hablado durante más de 10 años de reformas energéticas y no se ha avanzado mucho. Si bien se pueden tomar acciones útiles sin modificar nuestra Constitución, si queremos una transformación el sector energético para hacerlo sustentable, es necesario pasar por una reforma hacendaria y del Estado, que debe ser una máxima prioridad.

La disponibilidad de los combustibles es la condición que puede hacer posible que disminuyan los precios de los mismos. En la planificación eléctrica nacional –es decir, en el Programa de Obras e Inversiones del Sector Eléctrico (POISE) que actualiza cada año la Comisión Federal de Electricidad (CFE)– se ha tomado el siguiente escenario como previsible: la posibilidad futura de que se mantengan los precios altos para el gas natural o limitaciones en su suministro por reducción de la oferta de Petróleos Mexicanos (Pemex) o de las importaciones de Estados Unidos. La CFE ha emprendido acciones concretas para diversificar sus fuentes de suministro, además de estudiar otras tecnologías de generación, como centrales con energía renovable (hidroeléctricas y eólicas) y ciclos combinados con gasificación de carbón, residuos de vacío o gas natural licuado.

En una política energética sustentable, se deben conservar las energías fósiles para usos en los que no existen sustitutos, limitando al máximo su utilización para la producción de electricidad y de calor. En este campo, las energías renovables juegan un rol preponderante. En materia de transporte, tanto los sustitutos del petróleo (biocarburantes y combustibles alternativos) como el desarrollo acelerado y prioritario de infraestructuras de transporte colectivo son la más honesta solución.

En este escenario que nos impulsa a la diversificación de fuentes, analicemos brevemente dos opciones que pueden ser muy significativas para México.

DOS OPCIONES DE DIVERSIFICACIÓN

(1) LA ENERGIA NUCLEAR

Ventajas y desventajas de la energía nuclear:

Ventajas
Desventajas
La energía nuclear cuesta casi lo mismo que el carbón, por lo tanto no es costosa. Si bien no se producen muchos desperdicios, estos son muy peligrosos. Deben ser enterrados y sellados durante varios años para permitir que la radioactividad disminuya.
No produce humo o dióxido de carbono, por lo tanto no contribuye a aumentar el efecto invernadero. La energía nuclear es confiable, pero se necesita invertir mucho dinero en seguridad, pues si algo sale mal, un accidente nuclear se transforma en un desastre mayor.
Produce grandes cantidades de energía con pequeñas cantidades de combustible.  
Produce pequeñas cantidades de desperdicios.  
La energía nuclear es segura y confiable.  

Pasa algo que desde 1974 no había ocurrido: ocho empresas eléctricas estadounidenses han entregado solicitudes y expedientes en la Comisión de Regulación Nuclear para construir 25 reactores nucleares. El primer pedido en 30 años se podría dar en breve. Parecería que a nivel internacional se está dando el fenómeno del “renacimiento nuclear” lo cual era casi impensable antes del 2003, año marcado por el alza precipitada y sostenida de los precios del petróleo.

La nuclear se había convertido en una fuente de energía cara, casi inaccesible, compleja y diabolizada por sus riesgos; en pocas palabras, condenada a declinar. Hoy día, la situación se revierte. Los combustibles fósiles son caros, localizados en zonas geopolíticas inestables, estigmatizados por el efecto invernadero y con la perspectiva de un agotamiento de los recursos fósiles.

La lucha contra el cambio climático es la prioridad a resolver. Según expertos, para limitar el aumento de las temperaturas promedio del planeta a 2°C en 2100, se tendría que disminuir en el año 2050 de un factor de dos las emisiones mundiales de efecto invernadero en relación a las de 1990 y de un factor de cuatro en países industrializados.

Tal reducción de emisiones constituye un objetivo muy ambicioso si consideramos que para que los países subdesarrollados tengan la posibilidad de satisfacer sus necesidades energéticas, se deben tomar medidas urgentes para que 1.5 mil millones de personas tengan acceso a la electricidad. Si a ello agregamos calidad y seguridad de suministro, así como tarifas competitivas, los retos son mayúsculos.

La nuclear es una energía altamente concentrada que brinda electricidad a costo más que razonable. No emite gases de efecto invernadero y las reservas de uranio aseguran 80 años de consumo al ritmo actual. Además, si se utilizan en los próximos años reactores de la llamada cuarta generación, permitiría reducir la producción de desechos radioactivos y multiplicar los recursos de uranio natural por un factor equivalente al 50%, además de que el costo final de la electricidad nuclear es poco dependiente de los precios de combustibles, a diferencia de aquellos que utilizan energías fósiles.

La energía nuclear es fuente clave de energía en 17 países y el número está creciendo. En el 2005, 30 reactores nucleares se estaban construyendo en 11 países, entre ellos China, Corea del Sur, Japón y Rusia. Países que antes habían rechazado la energía nuclear, como Alemania e Italia, ahora comienzan a revisar sus políticas. Incluso en Suecia –donde un referéndum en 1980 dio lugar a una moratoria nuclear– las encuestas de opinión están indicando un 77% a favor de continuar con los programas de desarrollo nuclear.

China planea construir 21 nuevas plantas entre el 2006 y el año 2020, aumentando el número de reactores en operación de 9 a 30. Del mismo modo, la Asociación Mundial de Energía Nuclear ha reportado que las políticas federales de energía de la India llaman a un aumento de la capacidad nuclear en el orden de los 2.5 GW para el 2050.

En cuanto a referencias históricas, la experiencia francesa es útil. Ese país desarrolló su gran programa nuclear desde 1974, cubriendo con esta fuente el 80% de su parque de generación, el más alto nivel en el mundo. Hoy, Francia intensifica su esfuerzo y así demuestra que no sé equivocó en esa vía sino que gracias a ella lanzó y fortaleció su economía y consolidó su independencia energética y su posición como potencia internacional en lo económico y en lo político.

Se decidió construir un nuevo reactor EPR (European Pressurized Reactor), que sirvió para la renovación del parque de generación francés y también fue la punta de lanza del renacimiento nuclear. La potencia instalada en el mundo hoy es de 387 gigawatts (GW) y aumentará muy probablemente 100 GW para el 2025. Considerando el cierre y/o retiro de viejas centrales, se requerirán más de 160 GW a través de la construcción de nuevos reactores. Ello equivaldría a construir más de 100 EPR en los próximos años. En la carrera por satisfacer la demanda de reactores, las empresas europeas tienen ventaja sobre las estadounidenses, quienes no han construido una nueva central en más de 20 años, a diferencia de los franceses, quienes no han dejado de construir reactores en su país y en China.

En fin, el renacimiento nuclear a nivel mundial es una realidad y México, país con grandes necesidades energéticas, no puede ser indiferente a ese fenómeno.

(2) EL CARBON.

El 39% de la energía mundial es producida con carbón, según la Agencia Internacional de Energía. Ha sido una fuente de energía privilegiada en diversas partes de América Latina. En esta región se contempla actualmente agregar 8,500 MW de capacidad de generación con este combustible, lo cual doblaría la capacidad actual de 9,000 MW ya instalada. Sin embargo, esto representa una pequeña porción del total de 262,000 MW (cifra de 2004). Los generadores están tendiendo más y más al carbón, ya sea porque operan en regiones que carecían de fuentes de generación, o debido a los precios.

Los generadores de energía comenzaron a reemplazar al petróleo con el carbón desde los 60s y muchos países latinoamericanos todavía tienen plantas de carbón que datan de esa época. La hidroelectricidad continúa siendo la fuente principal de energía en la región por tener muchísima disponibilidad y bajos costos, pero un complemento térmico es necesario para protegerse de temporadas de sequía, y en áreas en donde el recurso hidráulico no está disponible.

A nivel mundial, el uso del carbón comenzó a decrecer en las últimas décadas del siglo 20 por dos razones: por el impacto negativo en el medio ambiente y en la salud al usarlo en la generación eléctrica y por una mayor utilización del gas natural como el más barato y menos contaminante de las fuentes de energía termoeléctricas. El gas es la fuente de energía que requiere el período más corto de tiempo para construir una central. Los países que necesitaban energía térmica y que ya sea que tuvieran gas propio o tenían acceso a la importación comenzaron a concentrarse en la utilización de esta fuente de energía, y poco se escuchó del carbón a no ser por las comparaciones negativas en relación al gas natural.

La expansión reciente de la generación eléctrica en México ha sido concentrada casi sólo en gas natural, sin contar los 750 MW de la hidroeléctrica El Cajón. La demanda de gas ha sido tal que Pemex no ha podido desarrollar sus propias reservas de gas a tiempo para poder satisfacer los requerimientos de los sectores industrial y eléctrico. Hay limitaciones a la importación de gas, a pesar del nuevo énfasis en plantas de regasificación de gas natural licuado (LNG).

Sin embargo, el carbón sigue siendo la primera fuente de electricidad en el mundo y gracias a la investigación e innovación tecnológicas, puede ser ahora utilizada con tecnologías más limpias, que permiten cumplir con regulaciones medioambientales estrictas, con tal de que se invierta en tecnología que garantice el control de las emisiones. Mientras el precio del gas oscila, el del carbón se ha tornado más competitivo. Con disponibilidades de yacimientos de carbón en todo el mundo en grandes cantidades, no está sujeto a la misma volatilidad que muestra el precio del gas.

En América Latina, los altos precios y, en algunos casos, la baja disponibilidad de gas natural ha dado un ímpetu adicional al concepto de seguridad energética, lo cual hace más atractivo al carbón. Las principales áreas de desarrollo del carbón se encuentran en Brasil, Chile, Colombia y México. Con algunas excepciones, en estas naciones se realizan o se prevén los proyectos más importantes de carbón.

En México utilizamos mucho petróleo, la actividad hidroeléctrica es limitada, hay una sola planta nuclear y tenemos reservas domésticas de gas, así como gas importado de Texas. El país cuenta con más de 2,600 MW instalados que usan carbón y una capacidad de más de 2,100 MW en plantas duales carbón-diesel. O sea, el carbón se acerca a cubrir el 10% de los más de 52,000 MW instalados.

Están disponibles hoy día equipos que pueden solucionar los problemas ambientales de manera eficiente en la generación eléctrica con carbón. Las tecnologías de desulfurización seca y húmeda son dos opciones importantes. También los retrofits pueden mejorar la cantidad de megawatts producidos con un consumo igual o menos de energía y sobre todo reducen las emisiones de gases. Igualmente, se empieza a desarrollar novedosas tecnologías de captura de bióxido de carbono (CO2) en las carboeléctricas, que podrían ser muy relevantes dentro de algunos años.

LOS COSTOS DE GENERACIÓN

La opción de generación eléctrica más económica, para proyectos de gran escala, es la nuclear. De acuerdo al Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ), el costo de generación va de 26 a 36 US$/megawatt-hora (MWh). La variación depende de la tecnología. Las condiciones de financiamiento son muy blandas, totalmente diferentes de otros proyectos.

La segunda opción para grandes adiciones de capacidad de generación en México es el de plantas de carbón de alta eficiencia con emisiones limpias. En este caso, una planta de 2 unidades x 750 MW cada una, con eficiencia neta LHV de 41.46%, con un costo de ingeniería, procura y construcción (IPC) de 1,025 US$/kW, con financiamiento de 10% y tasa interna de retorno (TIR) de 15%, con combustible de 2.32 US$/gigajoule (GJ), puede producir electricidad a 43.7 US$/MWh.

La tercera opción, es la de ciclo combinado. En este caso, con plantas de 650 MW, en los mejores sitios de México, con un costo de IPC de 338 US$/kW, con el mismo financiamiento-TIR de 10-15% y con un precio de gas de 6.1 US$/GJ, resulta en electricidad de 50.3 US$/MWh.

La soberanía energética se logrará en la medida en que se diversifiquen las fuentes de energía. Dentro de este contexto, la energía nuclear y el carbón son dos opciones que México no debería desestimar para el corto, mediano y largo plazo.

*Es presidenta de ALSTOM México y vicepresidenta de Regulación de la Asociación Mexicana de Energía, AME. (cintia.angulo@crn.alstom.com)